La leche frita es uno de esos postres que evocan hogar, infancia y tradición. Su origen se remonta a la cocina de las casas de Castilla y León, donde con ingredientes básicos como leche, harina y azúcar se preparaban auténticas delicias. Esta receta se ha mantenido viva gracias a su sabor delicado y su textura inconfundible: cremosa por dentro, dorada y crujiente por fuera.